Se ejecuta a partir de un concurso abierto realizado en 1960. La planta recoge ecos de la topografía y del paisaje a través de su forma compleja que se desarrolla en múltiples direcciones, pero que está basada en una estructura ordenada.
Para alcanzar la morfología interior y exterior, Pietilä envuelve las diversas divisiones horizontales, con el fin de disolver el muro, y que éste se convierta en “una apática membrana o piel entre el espacio interno y externo”. El uso de divisiones móviles en el interior también influye en las relaciones entre los distintos espacios y añade plasticidad a la estructura.
Diversas piezas, de gran tamaño, de granito conforman la cubierta. Esta forma única e irregular alude a las rocas que se sitúan alrededor del edificio. Durante el invierno, la nieve hace que todo el edificio quede invisible, y la cubierta se convierte en una superficie continua que se mimetiza con el paisaje. Desde el interior, el espacio se asemeja a una gruta o a una cueva tallada en roca, cuyas paredes se abren hacia el bosque, incorporando el entorno.